Una ciudad que vive en verde...
De siempre me han atraído los paisajes anglosajones durante el otoño; con esos cambios de colores en los árboles y en los campos, ese olor a humedad limpia tan característico, esos cielos siempre encapotados que dejan pasar una luz opaca y pobre pero a la vez muy atractiva y seductora, esos vientos fríos del norte, la lluvia ligera pero constante durante todo el día….
Pues aún así, con todos estos posibles inconvenientes para algunos, mi mujer y yo salimos a disfrutar de la siempre alegre ciudad de Dublín; eso si bien equipados con nuestro chubasquero, nuestro paraguas y un calzado apropiado para este clima.
Día 1º - Por la mañana...
TRINITY
COLLEGE.
Estábamos alojados en el Morgan Hotel, un hotel bonito, agradable,
muy limpio y muy moderno. La situación era inmejorable, estaba en el
centro de Temple Bar, que es el barrio más característico de Dublin y a la vez
el más marchoso, ya que todos sus locales, son bares, pubs y restaurantes.
Nuestra ruta por Dublín comenzó en el Trinity College (su
auténtico nombre es “College of the Holy and Undivided Trinity of Queen
Elizabeth near Dublin”, aunque esto probablemente no lo sepan ni los propios
dublineses) situado en pleno centro de la ciudad. Es una de las universidades
más prestigiosas y antiguas de Europa, y principal punto de encuentro cuando
los universitarios quedan para salir por la ciudad.
Paseamos por sus jardines y patios, para más tarde encaminarnos hacia
la verdadera joya del lugar: la biblioteca del Trinity. Esta biblioteca alberga
uno de los libros más famosos del mundo: el Libro de Kells (The Book of Kells), un
manuscrito ilustrado con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas
hacia el año 800 en la población de Kells. Dada su gran belleza arquitectónica,
la vieja y sobria biblioteca del Trinity es una de las grandes atracciones
turísticas de Irlanda.
GRAFTON
STREET.
Tras dejar el Trinity College, nos dirigimos a la cercana Grafton
Street, epicentro comercial de Dublín. Justo antes de llegar, pasamos junto al
busto de Molly
Malone, donde es
obligatorio fotografiarse.
Molly fue una antigua pescadera que tras morir en
las calles de Dublín, se convirtió en su ciudadana más popular. Se dice que su
fantasma vaga de noche por las calles dublinesas. Tras cumplir el rito de fotografiarnos
con Molly, nos internamos en la vorágine de gente que cruzan Grafton y sus
calles aledañas.
Aunque no es una calle demasiado larga, pudimos tardar unas tres
horas en recorrerla porque paramos en todas las tiendas. Algunas de las paradas
fueron en Avoca (una de esas tiendas con encanto,
enorme y donde su pueden comprar cosas realmente originales), en Brown
Thomas (es el
Harrod's de Dublín) y en Bewley's
Coffe ¬ Tea(el salón de té más famoso de la ciudad). Todo decorado en madera,
con sillones de cuero y mesas de mármol. Cientos de cafés exóticos, Tés y de
Roiboos naturales, bollería y tartas orgánicas.
A nuestro paso nos encontramos gran cantidad de buskers, que es como se conoce aquí
a los artistas callejeros. Los buskers
gozan de gran reputación en la ciudad, de hecho hay artistas consagrados (como
Damien Rice) que comenzaron tocando en Grafton Street. Músicos, poetas, mimos,
actores... todo vale para atraer la atención de los paseantes y ganarse unas
monedas. La película Once, narra las
aventuras de uno de estos buskers,
Glen Hansard, que el mismo interpretó el film.
Muy cerca de Grafton se encuentran dos centros comerciales que
merecen la pena ser visitados Powerscourt Townhouse Centre ( South William Street, 59) les un
edifcio de ladrillo visto, vigas de madera y tiendas lujosas con un espacio
central con restaurante y cafeterías, y el otro es George's Street Arcade (South Great Georges Street), un
precioso edificio victoriano de ladrillo rojo donde encontraremos desde comida
orgánica hasta ropa de diseño.
En una pequeña calle que cruza Grafton, 11 South Ane St. está
Sheridans Cheese Mongers, que es una tienda delicatesen con todo tipo de quesos
irlandeses, franceses, españoles, alemanes…
También tiene muy buenos vinos,
embutidos, bonito en conserva y galletas de todo tipo para acompañar todas
estas delicias. Fue una gran experiencia. La chica que nos atendió era
encantadora y muy profesional; se lo sabía todo a la perfección. Compramos
diferentes delicatesen, principalmente quesos y embutidos y nos pusimos las
botas con todo lo que nos daban a probar primero.
Al final de Grafton St. estaba nuestro siguiente objetivo de la mañana:
el parque de Saint Stephen's Green. Pero antes de entrar en el parque echamos
un vistazo al Gaiethy Theatre, uno de los teatros más queridos por los
dublineses, especializado en ópera y musicales. Además, el Gaiethy se convierte
en night club los viernes y sábados por la noche. Es un local con varias
plantas donde distintos grupos tocan en vivo simultáneamente.
ST.
STEPHEN'S GREEN.
Después de 3 horas en Grafton St. por fin llegamos a St. Stephen’s
Green. Este parque es el pulmón verde del centro de Dublín.
El encanto de sus
múltiples rincones sólo es comparable a la historia que lo contempla. Al
principio, el parque era solo de uso privado, pero Arthur Guinness (el de la
cerveza) forzó a las autoridades para que todos los dublineses pudieran
disfrutar de él. En 1916, durante lo que se conoce como el levantamiento de
Pascua, los republicanos irlandeses se atrincheraron en el parque para combatir
el poder de los británicos y establecer la República de Irlanda. No debió de
sentarle muy bien al Ejército Británico porque tomaron el lujoso Hotel
Shelbourne para disparar a los insurgentes. Pero lo más curioso de todo es que
durante la refriega, se acordó un alto el fuego para que el encargado del
parque pudiera pasar y alimentar a los patos. No pararon para tomar el té, pero
la flema británica tenía que salir por algún sitio.
St. Stephen's Green es el lugar perfecto para comprar arte, pues
la verja que circunda el parque está siempre llena de pintores en pleno proceso
creativo. Y además venden sus obras. El parque cuenta con varias esculturas,
entre ellas una dedicada a Yeats y otra a James Joyce. Los irlandeses se
sienten muy orgullosos de sus escritores insignes.
Almorzamos en uno de los múltiples Pubs que hay por la zona. Este
en concreto se llamaba Kehoes y data de 1805; es auténtico y con mucho sabor;
debe conocerse. Tomamos una sopa, unas Bangers ¬ wash (salchichas con puré),
unas hash browns (tortas de patata), una buena pinta de cerveza tostada y un té
buenísimo.
Día 1º - Por la tarde...
LAS
CATEDRALES DE DUBLÍN.
Como ya nos habíamos llenado los pulmones con todo el oxígeno de
los árboles de St. Stephen’s, nos fuimos a ver catedrales, si he dicho bien, catedrales.
Irlanda es un país profundamente católico y Dublín cuenta con dos catedrales,
la de San Patricio,
el patrón de Irlanda (St. Patrick's Cathedral) y Christ Church. Ambas están
bastante céntricas y muy cerca la una de la otra, así que en un rato vimos las
dos.
La Catedral de
San Patricio es la
mayor del país y está llena de rincones secretos, como la tumba de Jonathan
Swift, el autor de Los Viajes de Gulliver, o la puerta que da acceso a la
estancia conocida como Chapter
House, donde hay una brecha realizada por la espada del Conde
de Kildare, en su refriega contra el Conde de Ormond. Cuenta la leyenda, que
después, se dieron la mano a través de ese agujero para sellar la paz. Por eso
la puerta es conocida como la Puerta de la Reconciliación. El interior del templo
es realmente impresionante y bien vale la pena pagar por el ticket que hay que
sacar para poder acceder a la Catedral.
Si la de San Patricio es la más grande, la de Catedral de la Santísima Trinidad,
conocida como Christ Church,
es la más antigua de la ciudad, y es la sede del Arzobispado.
Se comenzó a
construir en el año 1038 por el rey vikingo de Dublín, siendo entonces sólo un
pequeño templo de madera, y que alberga la mayor cripta catedralicia de del
país. De hecho, esta cripta del siglo XII es la estructura más antigua de
Dublín. Pero lo más sorprendente de está Catedral y que yo no había visto en
ninguna parte del mundo, lo encuentras cuando bajas a la cripta y te encuentras
con unos sillones muy cómodos y Jazz de música de fondo. Es un café chill out
moderno dentro de una de las construcciones más antiguas de Dublin.
EL RÍO
LIFFEY Y EL HA'PENNY BRIDGE.
El río Liffey ha divido históricamente a la ciudad en dos partes
muy diferenciadas, la zona sur (rica y acomodada) y la zona norte (pobre e
industrial). Fue el centro del comercio de la ciudad durante muchos años, pero
hoy en día sólo se usa para que los barcos realicen paseos turísticos.
Caminando
junto al Liffey llegamos a uno de los lugares más encantadores y más queridos
por los dublineses: el Ha'Penny Bridge
(abreviatura de Half Penny Bridge, o Puente del Medio Penique). Se trata de uno
de los iconos de Dublín que une la zona de Temple Bar con las calles
comerciales.
Se trata de un puente de hierro colado, pintado de blanco, desde
donde se ven los mejores atardeceres de Dublín. Fue construído por la compañia
de ferries que transportaba a los dublineses de una a otra orilla del río
Liffey. Las vistas desde el puente de Ha'Penny Bridge fueron una de las mejores
fotos que hicimos en Dublín.
TEMPLE
BAR.
Ya de regreso hacia el hotel, reservamos para el final del día uno
de los platos fuertes de Dublín. Desandamos todo lo andado por O'Connell,
llegamos al río Liffey y cruzamos de nuevo el Ha'Penny Bridge para desembocar
en el SoHo dublinés, el barrio más vivo, bohemio y cosmopolita de la ciudad, el
centro de la movida nocturna: Temple Bar.
Restaurantes, galerías de arte, tatuadores, cafeterías, librerías,
el Irish Film Center (la filmoteca de Dublín), el Projects Arts Centre (principal centro de arte
contemporáneo de la ciudad)... y pubs, pubs, pubs, montones de pubs con música
en directo. Todo eso está aquí, concentrado en unas pocas calles.
Lo mejor en Temple Bar es pasear y dejarse llevar, pasear sin
rumbo para toparnos con The Clarence Hotel,
propiedad del grupo U2, The Temple Bar (el
pub que se supone dio nombre a la zona), donde además de bebernos la obligatoria
pinta de Guinness, probamos sus famosas ostras, la Meetinghouse Square, plaza que alberga un mercado de
alimentos los sábados...
Temple Bar es la mejor opción para finalizar el día, ya que estás en el epicentro de la restauración dublinesa.
A dos pasos tenemos cientos de sitios donde cenar y salir de copas.
Cenamos en el Restaurante Elephant ¬ Castle (18th, Temple Bar). Es
perfecto para una cena informal, tiene buena comida y los platos son grandes.
Probamos su especialidad; las gambas a la plancha con vinagreta de lima y
jengibre, espinacas y cous-cous. Por supuesto para beber una buena pinta de
cerveza.
Día 2º - Por la mañana...
KILMAINHAM
GAOL.
Una de las atracciones más impactantes de Dublín es la antigua
prisión de Kilmainham, situada al oeste de la ciudad, a unos tres kilómetros
del centro. Inaugurada en 1796, por sus celdas pasaron la mayoría de los
líderes de la lucha por la independencia en Irlanda. Y fue el lugar donde se
ejecutó a muchos de ellos: precisamente el patio de las ejecuciones es el final
del recorrido guiado. Los muros de la prisión esconden miles de historias que
merecen ser escuchadas, como la de Joseph Plunkett, que se casó con Grace
Gifford poco antes de ser fusilado por participar en el Alzamiento de Pascua. O
la de Éamon de Valera, el último preso que salió de Kilmainham poco antes del
cierre definitivo de la prisión. De Valera fue el padre de la Constitución
Irlandesa y Presidente de Irlanda. La visita es guiada y dura una hora.
Si reconocemos alguna de las celdas o de los pasillos es porque la prisión de Kilmainhan ha servido de escenario a muchas películas, como En el nombre del padre con Daniel Day Lewis, Michael Collins con Liam Neeson, The Italian Job (la primera versión) o El rostro de Fu-Manchú, con Christopher Lee.
Si reconocemos alguna de las celdas o de los pasillos es porque la prisión de Kilmainhan ha servido de escenario a muchas películas, como En el nombre del padre con Daniel Day Lewis, Michael Collins con Liam Neeson, The Italian Job (la primera versión) o El rostro de Fu-Manchú, con Christopher Lee.
O'CONNELL
STREET.
De ahí nos fuimos a O’Conell Street. Dublín tiene dos arterias
principales. La primera es Grafton Street y la segunda es O'Connell St. Estamos en la zona norte de la ciudad
y aunque sea pleno centro, observamos que las tiendas caras y los salones de té
finos quedaron atrás, al otro lado de O'Connell Brigde, uno de los puentes que
cruzan el Liffey. Lo primero que nos
llamó la atención en O'Connell es el Spire, ese monumento que tiene dividido el corazón de la ciudad: a unos
les encanta y otros lo detestan.
Se trata de un moderno obelisco de acero inoxidable de 120 metros
de altura, como un alfiler gigantesco cuya punta mira al cielo. Se construyó
para darle un toque moderno a la zona en el lugar que ocupara el monumento al
almirante Nelson antes de ser destruido por una bomba del IRA en 1966. Allí también está la estatua de James Joyce,
otra de las fotos obligatorias que debíamos hacer.
En la acera de enfrente vimos las columnas picadas por las balas del General Post Office, oficina central de correos y símbolo de la independencia irlandesa. Fue el cuartel general de la resistencia durante el famoso Levantamiento de Pascua, con Michael Collins a la cabeza. El Museo del GPO exhibe la copia original de la Proclamación de la República Irlandesa.
En la acera de enfrente vimos las columnas picadas por las balas del General Post Office, oficina central de correos y símbolo de la independencia irlandesa. Fue el cuartel general de la resistencia durante el famoso Levantamiento de Pascua, con Michael Collins a la cabeza. El Museo del GPO exhibe la copia original de la Proclamación de la República Irlandesa.
A medida que íbamos caminando por O'Connell fuimos viendo algunos
lugares símbolo de la ciudad: Clery's (es el principal establecimiento comercial de la ciudad, pero
mucho más humilde que los de la zona sur), Beshoff's (el local que popularizó el fish & chips en Dublín), la
librería Eason
& Son (es gigantesca),
el monumento dedicado al líder nacionalista Daniel O'Connell (que es quién da nombre a la calle) o
los hoteles Gresham y Royal Dublin (esto ya es
deformación profesional). Todos
ellos son historia viva de la ciudad.
Después nos internamos por Henry Street y el laberinto de callejuelas cercanas,
ya que es uno de los principales puntos de la ciudad para realizar compras. Más
tarde seguimos caminando hacia el final de O'Connell, donde vimos el Gate
Theatre; hasta que por fin llegamos al Jardín del Recuerdo (Garden of Remembrance) dedicado a los
que murieron en la lucha por la libertad de Irlanda.
Justo al lado están dos de los principales museos de la ciudad: la
Galería de Arte Moderno Hugh Lane y el Museo de los Escritores (Dublin Writers Museum). Nosotros
decidimos ver el Museo de los Escritores, ya que es una visita obligada para
todos aquellos a los que el nombre de James Joyce, Bram Stoker, Samuel Beckett,
W.B. Yeats, Oscar Wilde, Bernard Shaw o Jonathan Swift les diga algo.
Comimos en un restaurante del cual había oído hablar en múltiples ocasiones y me lo había recomendado un amigo irlandés. Se trata del Restaurante “The Winding Stair” (La escalera tortuosa) – Ormond Quay, 40. El nombre ya es llamativo pero lo más sorprendente es el lugar.
Está en el piso superior de una antigua librería, hacen cocina tradicional irlandesa, el ambiente es encantador y solo cocinan alimentos orgánicos. Además tiene unas vistas inmejorables del río y del Ha’Penny Bridge. Probamos dos platos, uno era cerdo relleno de ruibarbo con cubos de patata asada, acompañado de ensalada de frijoles con salsa agria de pera. El otro era pierna de cordero lechal con patatas hasselback, cebolla crujiente y puré de chirivías y salvia. Una verdadera delicia y a un muy buen precio.
Comimos en un restaurante del cual había oído hablar en múltiples ocasiones y me lo había recomendado un amigo irlandés. Se trata del Restaurante “The Winding Stair” (La escalera tortuosa) – Ormond Quay, 40. El nombre ya es llamativo pero lo más sorprendente es el lugar.
Está en el piso superior de una antigua librería, hacen cocina tradicional irlandesa, el ambiente es encantador y solo cocinan alimentos orgánicos. Además tiene unas vistas inmejorables del río y del Ha’Penny Bridge. Probamos dos platos, uno era cerdo relleno de ruibarbo con cubos de patata asada, acompañado de ensalada de frijoles con salsa agria de pera. El otro era pierna de cordero lechal con patatas hasselback, cebolla crujiente y puré de chirivías y salvia. Una verdadera delicia y a un muy buen precio.
UN
CASTILLO Y UN PARQUE.
Por la tarde comenzamos visitando el Castillo de Dublín, en pleno centro de la ciudad. Debido
a que tuvo que ser reconstruido, la parte exterior del edificio no presenta el
aspecto de un castillo, algo que cambia completamente cuando entramos en sus
instalaciones, pues se trata de un enorme castillo con un precioso patio
interior y unas estancias que se conservan en perfecto estado, como el Salón de
San Patricio, el salón de baile, el Salón del Trono y los Apartamentos del Rey.
Al salir del castillo y ya que estamos allí, nos dimos una vuelta por el
edificio del Ayuntamiento de Dublín, el City Hall. Se trata de la principal muestra de arquitectura georgiana de
Irlanda. El principal atractivo del edificio está justo a la entrada. Se trata
de la Rotonda, un espacio circular coronado por una preciosa cúpula que a su
vez es sostenida por doce columnas.
Para poder disfrutar del otoño Dublinés en todo su esplendor qué
mejor que el Phoenix Park, el
parque urbano más grande de Europa. De hecho, parece un bosque. En el Phoenix
Park encontramos de todo: el Zoo de Dublín (que fue
inagurado con un solo animal, un jabalí); la Papal Cross (Cruz Papal), ubicada en el lugar donde el
Papa ofició una multitudinaria misa en 1979; el obelisco en homenaje al Duque
de Wellington, que mide más de 60 metros de altura y tardó 40 años en acabarse;
por supuesto como todo gran parque que se precie serlo, el Phoenix Park cuenta
con un gran estanque, y en este mega parque es posible casi cualquier cosa:
desde ver una familia de ciervos correteando hasta cruzarse con el Presidente
de Irlanda, que por algo tiene su residencia oficial en el parque.
Ya de regreso hacia el
hotel fue un magnífico momento el disfrutar del vecino Merrion Square Park, uno de los parques con más encanto de
Dublín y un auténtico remanso de paz. Alguno de los rincones que pudimos
encontrar en este lugar fueron la estatua de Oscar Wilde (que vivió junto al
parque), la colección de farolas que durante el último siglo alumbraron las
calles de Dublín o el refugio antiaéreo construido durante la guerra para
proteger a los civiles.
Además, en Merrion Square nos encontramos con una de esas visitas curiosas: Number Twenty Nine (Merrion Square South, 29), que literalmente significa 'número 29', que es donde se encuentra una casa georgiana construida en 1794, en la que se recrea el tipo de vida de la burguesía de Dublín entre 1790 y 1820.
Además, en Merrion Square nos encontramos con una de esas visitas curiosas: Number Twenty Nine (Merrion Square South, 29), que literalmente significa 'número 29', que es donde se encuentra una casa georgiana construida en 1794, en la que se recrea el tipo de vida de la burguesía de Dublín entre 1790 y 1820.
Se trata de una visita muy agradable durante la cual se entiende
cómo funcionaba la sociedad irlandesa: desde el austero cuarto de la institutriz
a las enormes casas de muñecas que servían de entretenimiento a los más
pequeños, la nevera de madera donde se enfriaba el vino o el gran salón donde
se daban las fiestas.
Fuimos en busca del Pub Thomas Read (Lord Edward St), que está
delante del Ayuntamiento, para hacer un alto en el camino y tomar una pinta de
cerveza Kilkenny, la variedad de cerveza alé es de fermentación alta y tostada.
Dicen los dublineses que en este pub es donde mejor la tiran, pero hay que
pedirla de barril (draught). Es muy tranquilo y con buena música.
UN
PASEO PARA FINALIZAR EL DÍA.
Y para acabar nuestro segundo día en Dublín, y habiendo visitado
todo lo visitable, lo mejor fue relajarse y dar un paseo. Comenzam en O'Connell
Bridge, en el centro, y caminamos por la ribera del río Liffey en dirección
este, hacia el rascacielos Liberty Hall, que
en tiempos fue el edificio más alto de Dublín, y que históricamente ha marcado
el límite entre el centro de la ciudad y los muelles.
Pasamos frente a la Custom House (antigua sede de las aduanas y actual
sede del Ministerio de Medio Ambiente), es un impresionante edificio de estilo
neoclásico con una cúpula de bronce. Fiel a la convulsa historia irlandesa,
Custom House fue incendiado en 1921 causando daños irreparables en el edificio.
Su reconstrucción no finalizó hasta 1991. El reflejo del edificio en el agua es
otra de las fotos diferentes y a la vez clásicas de Dublín.
Cerca de allí encontramos uno de los puentes que Santiago
Calatrava ha proyectado en Dublín. Se trata del Samuel Beckett Bridge, el segundo que el arquitecto
construye en la ciudad tras el James Joyce Bridge. El puente dedicado a Samuel Beckett
trata de evocar la imagen de un arpa, el símbolo nacional. Para mi gusto todos
los puentes hechos por el Sr. Calatrava en cualquier parte del mundo, son muy
similares. Visto uno, vistos todos. Lo único que realmente los diferencia es el
entorno donde están construidos.
Cruzamos el puente y desandamos lo andado por la otra orilla del río. De esta forma llegamos de nuevo al centro y cruzando el Ha’Penny Bridge, nos adentramos de nuevo en Temple Bar y a nuestra morada, el Hotel Morgan.
Cruzamos el puente y desandamos lo andado por la otra orilla del río. De esta forma llegamos de nuevo al centro y cruzando el Ha’Penny Bridge, nos adentramos de nuevo en Temple Bar y a nuestra morada, el Hotel Morgan.
Por la noche como íbamos de celebración, nos fuimos a cenar al Peploe’s Wine Bistro (16 St. Stephen’s Green), considerado
uno de los mejores Restaurantes de Dublín, tanto por su cocina, como por su
bodega de vinos y champagnes. Son unos maestros en preparar el Risotto de
Langosta con espárragos y habitas y el Cordero de Connemara braseado con menta
y verduras al horno.
Para empezar nos sacaron una exquisita selección de quesos de granja irlandeses con carpaccio de higos y uvas. El vino con el que acompañamos la cena hizo justicia a su calidad. Fue un Chassagne-Montrachet de la Borgoña francesa, del 2003. Espectacular.
Para empezar nos sacaron una exquisita selección de quesos de granja irlandeses con carpaccio de higos y uvas. El vino con el que acompañamos la cena hizo justicia a su calidad. Fue un Chassagne-Montrachet de la Borgoña francesa, del 2003. Espectacular.
Día 3º - Por la mañana...
THE
GUINNESS STOREHOUSE.
¿Qué sería de Dublín sin su cerveza más famosa? ¿Qué sería del
deporte del Rugby, si después de un partido no se pudieran tomar una pinta de
esta cerveza en su Pub preferido?. La Guinness Storehouse merece la pena sólo
por ver una de sus principales atracciones: la pinta de cerveza más grande del
mundo, que se alza atravesando las siete plantas del edificio. Si este enorme
vaso estuviera lleno contendría 14,3 millones de pintas. Además, allí está
expuesto el contrato de alquiler que Arthur Guinness, fundador de la compañía,
firmó con la ciudad por un plazo de 9.000 años. A Arthur le gustaba hacer las
cosas a lo grande. De ahí lo de los records Guinness. Igual no es verdad pero
concuerda y queda bien.
El tour no solo nos desvela los detalles sobre la cerveza y su
proceso de fabricación, ya que al conocer las instalaciones de Guinness,
entendemos mucho más la historia de Dublín.
La fábrica de Guinness es la atracción más visitada de Irlanda.
Visitar cada rincón de la fábrica y como no degustar una pinta de su famosa cerveza
negra es imprescindible.
También se puede degustar una pinta de Guinness en el Gravity Bar. Parece un platillo volante de cristal
que se hubiera posado sobre la vieja fábrica de Guinness. En el Gravity Bar se
disfruta de una maravillosa vista panorámica de 360ª de Dublín y sus
alrededores.
A la Guinness Storehouse se puede llegar perfectamente caminando,
está a unos 20 minutos del centro.
Y antes de irnos al aeropuerto, hicimos la última comida en
Dublín. Fue en el Restaurante vegetariano orgánico Cornucopia (19 Wicklow St),
cerca de Trinity College. Con esta comida light compensamos todos estos días
anteriores tomando copiosas comidas. Porque el viaje no solo fueron estos tres
días en Dublín, primero estuvimos cuatro días por la costa sur y oeste de
Irlanda; Wesport, Cong, Galway, Connemara, los acantilados de Moher, Mill Town,
Limerick, Rock of Cashel, Kilkenny… Pero esto será en otro post que escribiré
más adelante.
DELICATESSEN DE IRLANDA
SUS MEJORES QUESOS
-
Bay
Lough
-
Globa
Brethan
-
Casel
blue
-
Drumkeel
-
Ardrahan
-
Sheridan
-
Coolea
GRANDES ESPECIALIDADES
-
Ostras
del oeste de Clare con vino blanco
-
Salmón
ahumado
-
Jamón
de cordero
-
Caballa
ahumada a la pimienta
-
Helado
de Linnalla
-
Pan de
patata
-
Wiskey
(Es el whisky irlandés)
-
Boxty
(pastel de patata)
-
Colcannon
(puré, col, mantequilla y pimienta)
-
Chutneys
caseros
-
Iris
Stew (estofado irlandés)
-
Shepherd’s
Pie (empanada de pastor)
SUS CERVEZAS DE BARRIL (DRAUGHT)
-
Cerveza
negra (Stout) – La más conocidas son Guinness y Murphy’s
-
Cerveza
dorada (lager) –Cualquier marca tiene este tipo de cerveza
-
Cerveza
de fermentación alta (alé) (tostada) – La más conocida es Kilkenny
MAS RESTAURANTES EN DUBLIN
-
Marco
Pierre White Steakhouse (51 Dawson St.)
-
Café En
Seine (40 Dawson St.)
-
Davy
Byrnes (21 Duke St.) – Allí comía James Joyce.
- The
Hairy Lemon (41 Stephen St.) – Allí se rodó la película “The commitments”.
-
Chapter
one (Parnell Sq. 18/19)
-
Thorton’s
(St. Stephen’s Green 128) – 1 piso del Hotel Fitzwilliam.
3 comentarios:
He agradezco la vuelta. Realmente dan ganas de visitar la ciudad. Asombroso lo de la catedral!
Un saludo.
Gracias por tu tiempo. Espero te haya gustado.
En septiembre subiré el viaje de este verano: La ruta de la seda.
Un saludo
Gracias por tu comentario acerca de la ciudad de Dublin. Hicimos dos visitas cuando la hija de mi marido vivia alli. Cada vez que escucho la cancion de Molly Malone, recuerdo mi visita alli, y la evocadora estatua.
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